En España nos mandan todos, menos , el salivas.
De
un tiempo a esta parte la palabra más repetida aquí en nuestra
España es “CRISIS”. Crisis económica, crisis de trabajo, crisis
de empresa, crisis de valores. “TODO ES CRISIS”, ya de tanto
repetirla nos estamos acostumbrando a que sea una rutina en nuestras
vidas.
El
gran líder llegó a la Moncloa, porque estábamos indignados con la
crisis: El Pons prometió tres millones de puestos de trabajo
inmediatos. La María Dolores de Cosplaciente y Prosperal fue
nombrada patrona de los trabajadores. El Montoro dejó bien claro que
una subida de impuestos traería más paro, más recesión, más
hundimiento de la economía y para que voy a reproducir las lindeces
del Floriano, la Esperanza o el Cañete. . . . A estos cantant@s y
sant@s, se unía el gran líder, preocupado y previendo que si
Rubalcaba ganaba las elecciones hasta los niños iban a tener que
suprimir las chuches. Con la convicción proclamada de que tenia en
sus manos la solución para abrir la ventana de la Moncloa y
arrojarla al día siguiente de ser elegido.
Efectivamente,
el gran líder gano las elecciones. Aparcó al Pons- Se quedo con
santa Maria Dolores de Cosplaciente y Prosperal (patrona de los
trabajadores en el altar castellano manchego). Canonizo al Wert
(kalasnikov), lo mismo que al Gallardon justiciero. Ató con cadena
perpetua su mayoría absoluta, cuidó a las mujeres de la violencia
estructural que las obliga a abortar y mandó a los homosexuales a la
posible nulidad matrimonial por enajenación transitoria. Este gran
líder sin las tabletas abdominales de Aznar pero con barba, se
arrodilla ante Rouco y Rosell, para sacar a España del rincón de la
historia. La reforma laboral con despidos casi libres, antojos
empresariales, disminución arbitraria de sueldos, cambios de turnos
a discreción, destinos variables para conocer mundo y así hasta
terminar en las famosas listas del INEM. Además la ministra que no
habla en la tribuna, pero arenga a sus huestes, nos quiere hacer
comprender a fuerza de gritos que no hay despido más barato, que las
causas de despido son siempre objetivas y que se hace por el bien de
los propios trabajadores. Claro que cuando no se admiten estas tesis
invocan la maldad de Zapatero que dejó a España en ruinas.
Yo
me pregunto si un país puede aguantar el hambre, la miseria, los
desahucios, la sanidad (casa de socorro franquista), la enseñanza
arruinada por Wert, el silencio impuesto por la violencia policial,
los derechos conseguidos con lucha y estrangulados ahora por una
reforma que cercena hasta la capacidad de huelga, la negación de los
derechos de la mujer sobre su cuerpo, la ampliación entre poderosos
y pobres, la descalificación sindical, el desamparo judicial en los
litigios laborales. Y sobre todo me pregunto cuánto tiempo puede
aguantar un pueblo viéndose humillado por una legislación
arrogante, prepotente, incongruente, por una mayoría todopoderosa y
altanera. ¿Se puede aprovechar la crisis para convertirla en
chantaje?.
Esta
sociedad ya tiene miedo a perder su puesto de trabajo, de vivienda,
de salud, de derechos.
En
esta situación es más importante el dinero de los empresarios que
el músculo de los trabajadores. ¿No arriesga el trabajador su salud
en la mina, en el andamio, al volante de un camión, la salud de sus
ojos ante un ordenador, en el quirófano, en el laboratorio etc,
etc?.
Mientras
esta situación, ya huele a cartilla de racionamiento, a estraperlo,
a muerte de asco en el pasillo de espera de un hospital. El número
de multimillonarios aumenta a cotas insospechadas.
No
olvidemos que el trabajo no es una concesión graciosa del
empresario, del dinero o del gobierno de turno.
ES
UN DERECHO OTORGADO POR LA CONSTITUCIÓN Y EN CONSECUENCIA TODOS
ESTAMOS OBLIGADOS A DAR CUMPLIMIENTO A ESTE MANDATO.
Señor
Presidente del Gobierno, acepte que usted es el gran líder de
España, que para eso lo eligieron; no siga como hasta ahora jugando
el papel de contable desconcertado y cumpla con su papel: queremos un
líder que dirija el drama económico español. Porque de lo
contrario desde Bruselas nos impondrán un tecnócrata con apoyo
parlamentario obligado. Acéptelo o márchese a su casa. Porque de lo
contrario nos van a intervenir.
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